De una pollada de gallina, 18 pollitos dorados salieron.
Uno de ellos negro como la noche, sin plumón, con apariencia correosa como engrudo, ojos negros de mirada inquisitiva con gran afán de aprender.
Para la madre, todos eran hijos suyos y a todos cuidaba por igual, los dorados jugaban, reían y cantaban, Sombra, haciendo honor a su nombre, siempre estaba pegado a sus hermanos, mirándolos, aprendiendo, intentando jugar, pero era diferente, pringoso, brillante, de buen corazón, pero diferente, quizá ahí nació su corazón.
Fueron pasando los años y todos se hicieron adultos, gallos y gallinas brillantes, entrelazándose algunos, otros uniéndose a otras polladas, pero sombra, oscuro, correoso y grasiento seguía cerca de todos y cada uno de ellos, si no físicamente, en su corazón.
Pero estaba sólo.
Hasta que apareció su luz, un pollo dorado que todo lo iluminaba, no veía muy bien, pero tenia mas corazón que sombra, su compañía iluminaba los días mas tristes, llenando el aire con sus cantos, sombra nunca quiso separarse de tanta luz.
Seguía mirando, ya de lejos a sus hermanos, creciendo, incubando, pero ya no necesitaba su compañía, no eran su lugar. Y dejó de pensar en ellos.
Sombra veía poco,
Sombra tenia poco,
Sombra no necesitaba mucho,
Sombra era muy muy feliz con su luz.
